Quizás estuviera desarrollando un trastorno obsesivo-compulsivo.
Los últimos dos imanes, un par de utilitarias piezas redondas y negras, que eran mis
favoritas porque podían sujetar diez hojas de papel en el frigorífico, no querían cooperar
con mi fijación. Tenían polaridades inversas; cada vez que intentaba ponerlas en fila, al
colocar la última, la otra saltaba fuera de su sitio.
Por algún motivo -una manía en ciernes, quizá-, eso me sacaba de quicio. ¿Por qué
no podían comportarse como es debido? De una forma tan estúpida como terca, continué
alineándolas como si esperase una repentina rendición. Podría haber puesto una más
arriba, pero sentía que eso equivalía a perder. Finalmente, más desesperada por mi
comportamiento que por los imanes, los cogí del frigorífico y los sostuve juntos, uno en
cada mano. Me costó un poco, ya que eran lo bastante fuertes como para presentar
batalla, pero conseguí que coexistieran uno al lado del otro.
—Ya veis —esto de hablarle a los objetos inanimados no podía ser síntoma de nada
bueno—. Tampoco es tan malo, ¿a que no?
Permanecí allí quieta durante un segundo, incapaz de admitir que no estaba teniendo
ningún éxito a largo plazo contra los principios científicos. Entonces, con un suspiro, volví
a colocar los imanes en el frigorífico, a un palmo de distancia.
—No hay necesidad de ser tan inflexible —murmuré.
Todavía era muy temprano, pero decidí que lo mejor sería salir de la casa antes de
que los objetos inanimados comenzaran a contestarme.

jajajaja me hace acordar a mi esto, pero tamb a Facu

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